LA SOLEDAD-COMUNIÓN CON EL MISTERIO INTERIOR MARIE MADELEINE DAVY

Se presentan tantas formas de soledad como sujetos para intentar vivirla. Considerada en su apariencia exterior, el acceso a la soledad debe resultar de una elección deliberada. Impuesta desde adentro, por motivos independientes de la voluntad, se vuelve rápidamente una insostenible prueba que es necesario rigurosamente evitar. Si no, la soledad engendra un estado depresivo tanto más cruel en cuanto que no se puede superar.

El error sería creer en la uniformidad de la existencia solitaria. Los tipos de soledad son diversos; corresponden a las particularidades, a las diferencias esenciales y también a las vocaciones a descubrir por un precedente conocimiento de si.

De todas maneras -poniendo aparte los casos excepcionales- la opción hacia la soledad no concierne a los jóvenes ni tampoco a los individuos de edad madura. Es al final de la existencia cuando es posible privilegiarla. Marginal, el solitario se retira conscientemente de la travesía, de los acontecimientos, del mundo exterior. Y esto por motivos que le son estrictamente personales.

Salvo excepciones, aquellos que tienen responsabilidades de familia, padres, hijos, no tienen la aspiración de vivir en soledad. Elegirla concierne a personas privadas de responsabilidades y provistas de un temperamento independiente. Conscientes de su ignorancia, quieren colmarla antes de su muerte.

Siguiendo un pasaje del Eclesiastés (Quoelet 3,1,sg) «hay un tiempo para plantar, y un tiempo para arrancar lo que ha sido plantado... un tiempo para guardar, y un tiempo para arrojar... un tiempo para callarse, y un tiempo para hablar.» Glosando estos textos, sería posible añadir: «hay un tiempo para viajar y un tiempo para la estabilidad; un tiempo para enseñar a los demás, ser conocido, y un tiempo para entrar de una manera definitiva en el incógnito, el perfecto anonimato antes y después de la muerte». Esta decisión conviene a ciertos solitarios y debería ser totalmente respetada por sus amigos y también por los desconocidos que desearían tomarlos como protagonistas de artículos...

Las soledad reviste varios sentidos: vivir solo, sin compañero o compañera. Encontrarse raramente con alguien. Ausencia de visitas. Lucha incesante contra el vagabundeo de los pensamientos. Las distracciones –de dentro o de fuera– provocan un tambaleo ligero o violento.

Creerse solitario porque se vive solo en una ciudad –grande o pequeña– no coincide con la verdadera soledad. Encontrase con personas en el metro, los autobuses, la calle, conlleva elementos de dispersión.

Según los Apotegmas, Abba Arsenio retirado a la vida solitaria, formulaba esta plegaria: «Señor, condúceme por la vía de la salvación». Entonces escucho una voz decirle: «... huye, calla. Guarda el recogimiento» (Fuge – Tace – Quiesce).

Los peligros

Aquel que pensaba encontrar el reposo gracias a la elección de la soledad se equivocaría grandemente. La persona en cuestión va a afrontar zonas de sombras que él no ha podido nunca evacuar durante su existencia. Sus «enemigos» varían. No son idénticos a los de su juventud y su madurez.

Frente a la soledad, los peligros son numerosos. Nunca serán vencidos de una manera definitiva; combatirlos forma parte de lo cotidiano. Un solitario no advertido podría creerse superior ya que parece ser autosuficiente. Así un orgullo pueril se filtraría subrepticiamente en él. El gusto de compararse con los demás debe ser también enteramente destruido, si no se instala una errancia, una fluctuación en un individuo que se figura estar enraizado en la soledad, como un árbol en la tierra.

Un estado constante de vigilia y de vigilancia aparece como indispensable. Eso no es fácil de mantener. En cuanto se relaje, o simplemente se desperece, el solitario va a sumergirse en un hervidero de ilusiones. Estas merodean alrededor de él en ciertos momentos de inatención, le invaden y proliferan como si fueran ratas.

El abanico de errores a evitar comporta diversas páginas. El solitario que se tomase a si mismo como un dispensador de consejos se instalaría en el engaño. No hay lugar para considerarse como un guru. A la búsqueda de discípulos, se volvería un comediante más o menos dotado para el juego. La soledad exige el quitar todas las máscaras de las que se ha podido uno disfrazar durante su existencia. Esas máscaras se ajustan unas en otras a la manera de las muñecas encajadas conteniendo cada vez ejemplares más y más pequeños.

Los desapegos se imponen, en particular con relación al pasado. Un solitario debe abandonar los recuerdos relacionados con la infancia, la juventud y la madurez. De otro modo será un perpetuo prisionero de si mismo. Ahora bien, la soledad engendra la libertad. No ser ya mas su propio verdugo o carcelero. Evadirse para optar por una vida totalmente nueva.

La acedía (la desgana espiritual) puede cogerle al solitario. A menudo, esta actitud está acompañada de «pensamientos oscuros» y de una tristeza que engendran un gran desasosiego. Solo la profundidad de la interiorización pueden hacerle salir de ahí.

El contexto exterior

¿En que medida el solitario debe mantenerse al margen del contexto histórico? Capital, una tal cuestión conlleva varias respuestas.

Romper con el tiempo histórico es a menudo una trampa. Ciertas personas quieren salvaguardar su tranquilidad desinteresándose de las guerras, de las violencias, del sufrimiento humano. Todos ellos puntos neurálgicos sobre los que es imposible ejercer el menor impacto.

Poco importa el lugar donde esté el solitario. Las consecuencias de la incoherencia actual podrán tocarle. Flotan en el aire que respira y le alcanzan de frente o secretamente. Según los temperamentos, desprenderse de los tiempos exteriores puede exigir grandes esfuerzos.

Temas de meditación

Entregarse a la reflexión y al estudio es algo que conviene al solitario. Tal será su labor cotidiana mantenida con rigor. Siguiendo sus opciones, tendrá en cuenta sus preferencias sin padecer las influencias provenientes del exterior. La fidelidad a su singularidad se impone y está estrechamente ligada a su cultura. No obstante, estamos ligados a una época orientada hacia el universalismo. El acercamiento a los misterios varía necesariamente en el curso de la historia. La apertura es posible en la medida en la que todo sincretismo es evitado. Es esa una trampa en la que se cae fácilmente y en la que el buscador –privado de discernimiento– se vuelve fácilmente la víctima.

Los autores que han tenido un papel mayor durante la existencia no tienen por que ser abandonados. Por ejemplo Maestro Eckhart siempre susceptible de ser releído con provecho.

Otros textos pueden constituir una ayuda eficaz, como por ejemplo el Upanishad del Renunciamiento:

«Quien no tiene ningún sentido de su estima, está sin ego, libre de los contrarios, no tiene ya más dudas, no se encoleriza, ni odia, ni miente»
«El sabio permanece sin signo visible, sin objetivo visible, como el insensato, el niño. El es el poeta, pero él debe como un mudo, mostrar el Ser a los hombres por su sola visión del Ser»

«Que el sabio no actúe ni hable, ni tenga buenos ni malos pensamientos (de este mundo); no teniendo gozo más que en el Ser...»

Es posible añadir algunos pasajes de Jakob Bohme recientemente publicados:
«Si puedes un instante arrojarte en ese lugar en el que ninguna criatura habita, entonces, oyes lo que Dios dice.»

«¿Ese lugar está próximo, pregunta el discípulo, está lejano?

– Está en ti, dice el Maestro. Y si puedes durante una hora hacer silencio de todo tu querer y de todo tu pensamiento, entonces escucharas las palabras inexpresables de Dios»

«Cuando te mantienes en el reposo del pensar y del querer de tu existencia propia, entonces el oído, la vista y la palabra eternas se manifiestan en ti, y Dios escucha y ve por a través de ti.»

«Tu propio oído, tu propio querer, tu propia vista, he aquí lo que te impide ver y escuchar a Dios»

«Pero si has abandonado el modo imaginario, entonces lo encuentras en lo que está más allá de las imágenes y dominas todas las criaturas en el fondo de donde ellas han sido creadas. Y nada sobre la tierra puede dañarte, porque todas las cosas te son indiferentes y no hay nada que no te sea indiferente.»

«Ahí donde el hombre no se establece, ahí donde El tiene en el hombre su vivienda.»

«¿Cómo es que tan pocos hombres Le encuentran, cuando todos Le desean?
– Es que todos, Le buscan en alguna cosa, es decir en la opinión imaginaria, en su propio deseo, y ellos tienen todos su propia satisfacción en la naturaleza.»

«Incluso si el Amor se ofrece a ellos, El no encuentra lugar en ellos. Ya que lo imaginario de la voluntad propia se ha instalado en su lugar y quiere tener en si lo imaginario de su propia satisfacción.»

«Ahí donde el camino es más áspero, ve ahí. Lo que el mundo rechaza, tómalo. Lo que el mundo hace, no lo hagas.» (Jacob Bohme, De la vie au-delá des sens)

 Novedad del instante presente

La verdadera soledad da acceso a una dimensión desconocida. Ella supone un aprendizaje como el de la lectura para los niños o el del aprendizaje de una lengua extranjera para un adulto.

El hombre no se sumerge en la soledad como un bañista, sabiendo nadar, se lanza con soltura a un lago. La iniciación a la soledad es un arte comparable al «arte de amar» y también al «arte de morir». Muerte a si mismo adelantándose al fallecimiento. La formación del solitario supone previamente no un saber sino un conocimiento. Este modifica su horizonte. La novedad consiste en el paso de lo conocido a lo desconocido. Solo puede hablar de la soledad aquel que posee la experiencia de ella. La novedad de la vida instaurada por la soledad aparece comparable a una muerte. En cierta manera, una forma de muerte está detrás. La soledad conlleva un abandono del pasado y también de todo porvenir.

Esta novedad de vida proviene del acceso al instante presente favoreciendo la libertad y el equilibrio. El solitario no puede cojear, escoge un "paso a paso" que facilite el ahondamiento. El descubrimiento de lo desconocido que va a vivir le parece antes que nada una insularidad. Este aislamiento se romperá en la medida en la que abandonándose a si mismo, el solitario se da cuenta que cuanto más se vacía de lo inútil, más se vuelve hermano de todas las criaturas: vegetales, animales, hombres. Y esto sin ninguna excepción. Toda tendencia racista constituiría una trampa, un engaño. No hay nada que rechazar ni que privilegiar.

Marco Aurelio ha insistido sobre «la fugacidad del instante presente». El aconseja: «No te dejas perturbar por la representación global de toda tu vida» (Pensamientos VIII, 36). Dirá también: «El presente se reduce al máximo si se intenta delimitarlo». Esta delimitación del presente permite captar su carácter infinitesimal. En lo inmediato, el porvenir se vuelve pasado.

Salir de si, dejarse, hacer el vacío. Ahora bien el vacío llama a la plenitud. Esta plenitud atañe al acceso a una nueva dimensión. Poco importa el nombre que se le de. Ninguno le conviene. La estación que designa el instante presente coincide con una perpetua primavera ofreciendo sus flores y sus frutos. El cerezo no como sus cerezas ni el manzano se come sus manzanas; las dan sin por ello glorificarse. Que el solitario les imite, no experimentará ninguna consciencia de lo que le atraviesa gratuitamente y puede llegar al otro en secreto.

Los significados de las diversas soledades corresponden a la densidad de los silencios subrayando a la palabra. Soledades y silencios desencadenan ecos cuya amplitud es percibida siguiendo el afinamiento de la escucha. Por el hecho de su movilidad, los grados de concentración no cesan de variar. Recogimiento y disipación del mental engendran oposiciones. La soledad exterior e interior favorecen la captación y la amplitud de la recepción.

En el Misterio, ciertos ermitaños de Oriente y Occidente no muestran su rostro. Ellos tienen acceso a una dimensión inusitada: la del ala, del vuelo visto en su sentido simbólico. Por eso ellos salen habitualmente de la condición humana. No se podría negar su realidad. (Muy antiguo, este tema del ala a sido maravillosamente tratado por Platon).

En cuanto a la soledad del corazón, se diferencia totalmente de la soledad física. Independiente, puede sin embargo acompañarla. La vastedad del espacio interior es inconmensurable. No estando limitado por ninguna frontera, es ilimitado.

A nivel simbólico, el corazón posee orejas y ojos. Según el Abba Antonio (Apotegmas)«aquel que practica la hesiquia en el desierto, está liberado de tres tipos de luchas: la del oído, la de la palabra y la de la vista. Solo le queda un solo combate: el del corazón»

Esta mutación se sitúa más allá del optimismo y del pesimismo concerniendo a los acontecimientos y los hombres. La verdadera sabiduría exige poder dominar con soltura estos opuestos. Si no estamos sin cesar quebrados, descuartizados, agrietados en sentidos contrarios. A menos que se trate de una máscara camuflando una cierta mediocridad adaptada a las diversas circunstancias. Llegar a ello totalmente es bastante raro. Es ese el fruto final de una existencia evacuando las brechas de sombra que no cesan nunca de invadir en ciertos instantes.

No nos abandonemos a la imaginación. Actualmente la soledad no está de moda. Comparable a la lava de un volcán, lo social va de conquista en conquista.

Con toda evidencia, los hombres que han hecho la elección de la vida solitaria corren el riesgo de ser rápidamente rodeados de mujeres. Estas se emplean benévolamente en facilitar sus vidas. Para las mujeres, el problema es rigurosamente diferente.

Ante la muerte física, el problema de la soledad no se plantea. Aquellos que han tenido accidentes de avión saben que afrontar la muerte de una manera colectiva se distingue totalmente de la proximidad de la muerte individualmente. ¿Es posible quitarle a alguien la angustia de la agonía personal? El amigo de la soledad exterior e interior preferirá vivirla en el más estricto aislamiento. Otras personas aceptarán con gratitud la ayuda de un entorno especializado en el amistoso acompañamiento.

Concretamente, estas páginas se aplican a una visión particular que es imposible de generalizar. Las exposiciones sobre la soledad cambien según la diversidad de las experiencias. Cada uno vive su diferencia en la soledad. A este respecto, las experiencias no se suman sino que se iluminan mutuamente completándose en la amplitud de una orientación idéntica.

Semejante a un sol luminoso transformador gracias a la intensidad de su luz, la soledad permite la irrupción de la Eternidad en el Tiempo. A condición siempre de realizarla con lealtad, lucidez, discernimiento.

Una frase de Henri Le Saux se ofrece a modo de conclusión: «... En lo más profundo del interior, ya no hay más ni interior ni exterior, sino solo el océano incircunscrito del Misterio»

La soledad es una comunión con el misterio interior.