Sunday, March 12, 2017

La auténtica y riqueza y la auténtica pobreza. San Agustín

Cuando digo que Dios no escucha al rico, no penséis, hermanos míos, que Dios no atiende a los que poseen oro o plata, siervos y terrenos. Si han nacido en este ambiente y ocupan un lugar destacado en la sociedad, que recuerden la palabra de San Pablo: “....que no sean orgullosos, ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas” (1 Tim 6,17) Aquellos que no sucumben al orgullo son pobres a los ojos de Dios que inclina su oído hacia los pobres y los necesitados (Sal 85,1) Saben que su esperanza no está puesta en el oro o la plata, ni en las cosas que poseen en abundancia. Es suficiente que la riqueza no cause su perdición, y aunque no sirvan para su salvación, que por lo menos no sean un obstáculo para salvarse. .. Cuando un hombre desprecia todo lo que puede alimentar su orgullo es pobre ante Dios y Dios lo escucha porque conoce el tormento de su corazón. 

  Sin duda, hermanos, el pobre Lázaro cubierto de llagas que estaba tumbado a la puerta del rico, fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Esto es lo que leemos y creemos. En cuanto al rico, vestido de púrpura y lino fino y que banqueteaba espléndidamente cada día, fue arrojado al abismo del infierno. ¿Fue por el mérito de su indigencia por lo que Lázaro fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán? Y el rico ¿fue arrojado al lugar de los tormentos por causa de su opulencia? Hay que reconocerlo: en el pobre fue la humildad que ha sido premiada, y lo que fue castigado en el rico fue su orgullo.

San Agustín (354-430), 
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Enarrationes, Salmo 95,3; CCL 39, 1178